jueves, 23 de octubre de 2008

La red cósmica, una porción del rompecabezas infinito (II)

Continuación del capítulo 1: la llave.


Es muy largo de contar Ulises, pero prometo que si tienes algo de tiempo te lo contaré todo.
-Claro que tengo tiempo, por favor, somos amigos viejo, ¿estás metido en problemas?- Ulises comenzaba a preocuparse, pero Agustín no demostraba el mas mínimo de los temores.
-Muy bien, te contaré,-dijo Agustín- al menos hoy te diré algunas cosas, todo me sería imposible, porque es una historia de hace mas de treinta años atrás.
- ¿Tanto tiempo?, ¿y cómo es que nunca me has dicho nada?, ¿y encima guardas esto en un cajoncito como si fuera cualquiera de tus porquerías?- dijo Ulises mientras abría uno de tantos pequeños receptáculos.
Agustín mirando hacia la puerta dijo:-“Si quieres esconder algo simplemente déjalo a la vista de todos”.
-¿Pero que tiene esto de extraordinario?-dijo Ulises- ¿es de plata acaso?- mientras comenzaba a pasarlo de mano en mano como si tuviera una pequeña pelota.
Agustín dijo:
-No precisamente, es una aleación, tal vez su valor en metálico no sea de unos cuantos pesos, pero lo importante de este objeto que posees en tus manos Ulises, no sea tal vez su valor monetario, lo importante de este objeto es que se trata de una llave.
-¿Una llave?-dijo Ulises intrigado, tomando el objeto entre sus dos manos y mirándolo esta vez más de cerca-. Yo no lo veo parecido a una llave.
Ambos se quedaron unos minutos en silencio, hasta que la campanilla de la puerta sonó:
-Buenas tardes –dijo una voz masculina- Agustín tomo se pequeño tesoro y lo colocó en el cajoncito, miró a Ulises y en voz muy tenue le dijo: -no te muevas de aquí-. Acto seguido salio al encuentro de aquel personaje.
-¿Qué tal señor Ramírez, cómo está usted? –dijo Agustín en un extraño tono de voz.
Ramírez era una montaña de ser humano, un tipo gigante, piel oscura y mirada de muy pocos amigos, llevaba puesto un traje oscuro, miró con severidad a Agustín y le dijo:
-Yo estoy perfectamente bien señor Agustín, pero mi jefe, el señor Citrik, se encuentra algo nervioso y ansioso.
- Lo sé, lo sé señor Ramírez, y lo entiendo, entiendo su ansiedad, pero dígale que mañana mismo estaré en el Museo Nacional de Bellas Artes, recibiendo los paquetes que son de su mayor interés.
Ulises no se movió de su lugar, escuchaba atentamente la conversación, al principio el sujeto no noto la presencia de él, luego alzó la mirada y mirándolo fijo dijo:
-Espero que no halla ningún tipo de inconveniente señor Agustín, como así también el Señor Citrik espera absoluta reserva sobre el tema, ¿no es así?
Pronto Agustín se dio cuenta a que se refería Ramírez y dijo:
-¡Por supuesto!, el muchacho es mi sobrino, solo pasó a saludarme ya que, hace mucho tiempo que no nos veíamos.
-Muy bien, muy bien Agustín, quería también aclararle que estaremos muy cerca de usted mañana, que lo seguiremos, por cualquier percance, claro está.
-De acuerdo señor Ramírez, pero aclárele al Señor Citrik que debo analizar durante unos días la pieza en cuestión, debo poder confirmar su originalidad y eso tengo que hacerlo aquí en mi taller.
-Tengo entendido que el señor Citrik le dijo a usted que le envié una lista sobre los objetos que necesita para poder evaluar la pieza en sus oficinas, ¿no es así?
-Sí, así fue, pero yo insisto en trabajar aquí, en mi taller.
-Escúcheme Agustín, ¿por qué no hace las cosas como corresponde? Lo único que va a lograr es que el señor Citrik se enfurezca.
-Lo sé señor Ramírez., pero le repito lo mismo que le dije al señor Citrik, soy el único que puede evaluar la originalidad de aquella pieza, soy el único que puede decirle la verdad sobre aquel objeto, y creo que lo menos que pueden darme es que yo sea quien seleccione el lugar de trabajo.
Los ojos de Ramírez se inyectaron de sangre, su mandíbula parecía que haría estallar sus dientes, y el silencio, y las miradas, todo al borde, al límite, Ulises estaba expectante, luego de unos segundos, Ramírez inspiró profundo y cambió su postura, debía jugar otra partida, menos impulsiva, más racional. Ulises no entendía absolutamente nada hasta ese momento, pero pronto su mente comenzó a asociar los pequeños fragmentos de estos sucesos, y se acerco un poco más hacia aquel pequeño cajón del escritorio.
La puerta se había abierto…
Los tres cortaron el aire con la mirada, una señora que no alcanzó a notar lo insoportable del momento, y, como si se tratara de otro instante recortado y puesto a continuación, Agustín dijo:
-¡Buen día Matilde!, ¡ya estoy con usted!, Señor Ramírez, mañana nos ponemos en contacto, muchas gracias por venir.-
El tipo quedó mal ubicado y miró a Ulises desafiante y dijo:
-Muy bien Agustín, mañana espero que no exista ninguna complicación.
Agustín cerró la puerta, miró a Ulises como burlándose del mal momento que había pasado este y pronto le hizo una señal con respecto al cajón, luego comenzó una charla con la mujer que había entrado al local. Ulises comenzó a sospechar que aquella “llave” era realmente un problema, trató de seguir mirando alguna cosa, trató de continuar su búsqueda de algún objeto para regalarle a su amigo, pero no podía, su mente tenía demasiadas imágenes que trataba de procesar.
La puerta volvió a acusar su apertura, pero esta vez era Agustín quien despedía a su clienta, cerro con llave y bajo una persiana americana, miró a Ulises con una cara parecida a la que ponen los chicos cuando hacen alguna travesura y dijo:
-Querido Ulises creo que debemos hablar.
Agustín estaba demasiado tranquilo, al menos nunca se mostró nervioso ni fuera de control, es más, parecía como disfrutar de todo aquello, con su habitual sonrisa, clavo su mirada en Ulises y le dijo:
-Ulises, mi vida corre verdadero peligro con esta gente, si aún existo, se debe a aquel tesoro oculto en el pequeño cajón.
Ulises trató de articular alguna palabra, pero antes de emitir sonido Agustín siguió.
-Espera Ulises, espera y déjame que te cuente mas sobre esta historia, necesito que sepas algunos detalles. Hace mas de treinta años conocí a un viejo y querido amigo, Ernesto Trevis, nos conocimos en un café donde solíamos juntarnos con un grupo de amigos, en su mayoría artistas. Una amiga mía me lo presentó a Ernesto una tarde de otoño, allá por el año setenta y cinco, ella aseguraba que esté muchacho iba a deslumbrarme con sus ideas, y no se equivocó.
Bueno, a partir de aquella tarde mantuve una relación inolvidable con este muchacho, recién doctorado en ciencias matemáticas, amante de la literatura, de la música, de las ciencias naturales. Todas las tardes nos encontrábamos en este café, el estaba acompañado siempre de muchos amigos, que pronto serían parte de mi vida también, allí él conoció a Sofía, quien meses mas tarde sería su mujer, luego Ernesto desapareció.
-¿Desapareció? –dijo Ulises.
-Sí, lamentablemente por aquellos años comenzaba a pronunciarse cada vez más el descontento en muchos sectores, en el año setenta y seis asume un terrible gobierno militar, Sofía y Ernesto eran militantes del partido comunista, en realidad casi todos los muchachos y chicas lo eran, había muchas ramas de las artes allí, todos comprometidos con ideas revolucionarias de izquierda. Yo sostengo que la causa de la desaparición de Ernesto no fueron los militares.
-¿Cómo es eso? –preguntó Ulises.
-Creo que Ernesto tuvo otro tipo de desaparición, pero todavía necesito contarte otras cosas más.
Antes de proseguir con el relato, Agustín se quedo pensando durante unos segundos, miró a Ulises y sintió que estaba comprometiendo a un muchacho que no tenía ni la mas mínima idea de que su vida cambiaría para siempre a partir del día de hoy. Por qué lo hacía?, muy simple, Ulises era el único amigo que le quedaba a Agustín, lo conocía de niño, conoció a su tío, sabía que él llevaría este secreto hasta lo último si algo malo llegara a ocurrirle. Luego siguió:
-Estuve casi dos años compartiendo mi vida con estos muchachos y chicas, todos los días nos juntábamos en el café, debatíamos durante horas de filosofía, de arte, de ciencia, a mí siempre me interesaron todas aquellas cosas, siempre me gusto la lectura, y tuve la suerte de encontrarme con grandes personas a lo largo de mi vida, de ellas aprendí muchísimo, y de mis oficios, la gran mayoría transmitidos como muy bien lo sabes por mi abuelo materno, del cual herede mi trabajo y este negocio que hoy ves.
Pero con Ernesto y Sofía tuve una relación más sofisticada podría decir, mas comprometida, si bien no simpatice nunca con el comunismo, ni el marxismo (dos cosas completamente distintas a mi entender), si me interesaban algunos proyectos que estaba desarrollando Ernesto. Pronto el café empezó a ser un lugar de represión militar, y ya empezamos a notar la desaparición de muchos amigos de todos los días, esto era muy terrible, ya que al principio no lográbamos visualizar el tamaño de aquella atroz matanza de tantas personas maravillosas. Entonces comenzamos a parar en distintas casas, empezamos a separarnos y encontrarnos en puntos distintos a los que solíamos frecuentar.
Un día voy a la casa de Ernesto, recuerdo que estábamos con en grupo no muy grande de personas, la mayoría amigas de Sofía, Ernesto me hizo señas y me dijo que tenía algo maravilloso para compartir conmigo, para ese entonces Ernesto me apreciaba muchísimo, te puedo decir Ulises que éramos como hermanos.
Luego de atravesar un corredor, llegamos a una habitación, allí Ernesto tenía unos cuantos muebles antiguos que siempre me encantaron, me pidió que lo ayude a correr un enorme armario. Aquí comienza la verdadera historia que cambiaría mi vida para siempre, y hoy mi querido Ulises la tuya.
Ulises estaba totalmente concentrado en el relato de Agustín, pero realmente se encontraba confundido, tenía muchas preguntas que hacer, pero prefirió seguir escuchando aquel relato, y quería saber más acerca de aquella misteriosa llave. Y dijo:
-¿Qué sucedió luego, que pasó con el armario?
-Bueno, allí Ernesto tenía guardado su mayor proyecto, era la realización de una de las ideas mas osadas en la historia de la humanidad.
Ernesto fue un gran escritor también, no solo escribió textos matemáticos sino que también lo hizo sobre ciencia ficción, pronto todos sus libros fueron prohibidos por el gobierno de facto y allí fue donde terminó y publicó uno de los libros que le daría la inmortalidad como escritor: “La red cósmica, una porción del rompecabezas infinito”:Agustín camino hacía un armario que poseía en uno de los pasillos, tomó una llave que parecía estar de muestra y abrió una de las puertas, sacó unos libros de allí y volvió a caminar hacia Ulises, estiró su mano ofreciéndoselo a Ulises, quien rápidamente lo tomó, era un volumen de aquel libro “La red…”.