sábado, 16 de agosto de 2008

Sobre la inspiración


La pintura era la evasión primera en todas sus actividades.
No existían paredes que dividieran el lugar.
Cinco ventanales dejaban penetrar la débil luz del atardecer de invierno.
Un instrumento, típico de la música del lugar, expresaba penas infinitas.
Ella era joven, sus fuerzas no poseían límites.
Me transporté a las bellas figuras que ella extraía de algún lugar inmenso de su ser.
Sus lágrimas caían, cómplices de tan bella música que llenaba el lugar, y de sus sueños sobre tela.
Me senté a su lado, y me pregunté que sería todo aquello que el ser humano expresa a través de sus acciones más escondidas.
Sus cabellos eran infinitos, ojos maravillosos que captaban cada color en fundición con la tela.
Su concentración llegaba a límites insospechados, la realidad no tenía lugar allí, ella pintaba las fantasías mas bellas posibles, sonreía, producto de mágicos actos espontáneos.
Las figuras nacían una y otra vez, creaba sus propios mundos, donde la fantasía y lo irreal eran indistinguible.
Esto me daba eternidad, ella me inmortalizaría tan solo con un pestañeo de sus dos ventanales, con una pincelada de sus dedos, paseando sus pensamientos sobre mi inmaterialidad forzada.
La música se detuvo, mis pensamientos igual.
Ella miró su cuadro, sonrió y dijo:
"Se que no soy yo, sé que mi alma es guiada por algo, por alguien, -a lo que agrego-
-Te agradezco que estés presente, sé que soy tu modo de expresión, se que mi razón esta a un lado y tus manos recorren mi cuerpo y alma tratando de cantar".
Esto me paralizó por completo, ella no me miraba, solamente la pintura disfrutaba de sus bellos ojos...