martes, 23 de diciembre de 2008

Caja perdida

Entró en una habitación, la misma era pequeña, tan pequeña que solo entraba un estante, sobre el estante solo había una caja, una caja azul con una cintita color naranja, naranja gastado, pálido como el ventanal de ese jardín de otoño en abril a las 17:55. Con una sola mano tomó aquella oportunidad en forma de caja, le costó porque en su interior había un tesoro.
Salió de la habitación hacia atrás porque no podía girar sobre sus pies (la habitación era pequeña). A la izquierda había otra puerta, otra habitación, un poco mas grande con un reloj y una ventana. La ventana mostraba un edificio repleto de cables de información, de programas de fútbol y de mujeres expuestas al terror masculino. El reloj era antiguo, con pesas que bajaban cansadas pero que para subir necesitaban energía cinética producto de la rotación de unos oxidados engranajes a cuerda. Él se sento en una esquina y abrió la caja, solo el aroma lo transportó a una niñez de árboles y meriendas de abuela. En la caja había letras. Combinaciones infinitas para armar un universo, para crear, para expresar lo que se siente, para salvar el mundo, para decir lo que nos pasa, para denunciar la injusticia, para crear una y otra vez esos personajes que cobran vida cuando uno abre un placard y encuentra una caja sobre un estante que creyó absolutamente perdido...