sábado, 30 de junio de 2007

La estación.


La noche por fin retorna, el día sin remedio muere al fin, los colores cambian de manera caprichosa, y las almas también...
No habrá grandes cambios, pero será un día más que concluyó sin poder evitarlo.
Todo tiene su belleza y su horror. Las calles se marchitan en aquel instante que solo es infinitesimal entre el día y la noche. Los rostros no disimulan la angustia mecánica, los caminos no varian, y el delgado hilo tendrá su inevitable fin.
Tormentoso para el alma, los castillos de cementos iluminados no calman la agonia.
Ella espera el tren, su cabello oculta el suave capricho de la lluvia, sus ojos en incognita de instante captan la venida de su destino, su sonrisa es la de una suave pincelada de inspiración, ella le da el color a aquella decrepita estación. Vive, siente, irradia la vida en el escenario en blanco y negro, inevitablemente continua la lluvia, irremediablemente el tren me quita el único color de aquella estación...